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La intervención de Andrea Oliva en esta nave industrial de principios del siglo XX se basa en mantener lo encontrado, restaurándolo sin alterar –en la medida de lo posible– las marcas del tiempo, e introducir los nuevos usos, como oficinas, mediante volúmenes, que colonizan el espacio apilándose en uno de sus lados.
La estrategia de los módulos tridimensionales permite concentrar el espacio libre, y aplicar una climatización selectiva, en vez de intentar implantar un atmósfera general para toda la nave.
Al tratarse de un centro de innovación tecnológica, donde concurren diferentes programas y equipos de trabajo con horarios no simultáneos, la compartimentación del espacio facilita una gestión más eficiente de los recursos energéticos. Por otra parte, el espacio libre cubierto puede acoger su propio programa de eventos.

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