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Rem Koolhas. Por él mismo

May 16, 2008

"Vale. Yo era la clase de tío que tenía que ser superior a todos siempre que fuera posible. De alguna manera era muy vanidoso, pero todo el mundo lo sabía y era una parte de mí que mis verdaderos amigos estaban dispuestos a aceptar. ¿Quería esto decir que no era un santo?"

«Todo el mundo que llega a conocerme se da cuenta de lo terriblemente aburrido que soy y de lo que me gusta serlo. Estoy seguro de que al final todo el mundo me abandonará porque mi sueño en la vida es estar sudado e ir al centro comercial».

«Me gustan los hoteles porque en la habitación de un hotel no tienes historia, sólo esencia. Te sientes como si fueras todo potencial, esperando a ser reescrito, como una crujiente hoja de papel en blanco. No hay pasado».

«Me gustaría ser anónimo, de la misma manera que los arquitectos del siglo XII y los maestros del románico eran anónimos».

«No quiero que se me identifique demasiado con la profesión... y no quiero abandonar el papel de escritor».

«A menudo sucede que las tragedias reales de la vida ocurren de una manera tan poco artística que nos hieren con su cruda violencia, su absoluta incoherencia, su absurdo deseo de significado, su completa falta de estilo. Nos afectan como puede afectarnos la vulgaridad. Nos dan una impresión de pura fuerza bruta que nos hace revolvernos en contra. Sin embargo, otras veces, cruza nuestras vidas una tragedia que posee elementos de belleza. Si esos elementos son reales, el conjunto atrae nuestro sentido del drama. De repente, nos vemos, no como actores, sino como espectadores del suceso. O más bien como ambos. Nos observamos a nosotros mismos mientras la sencilla maravilla del espectáculo nos cautiva».

«Donde no hay nada, todo es posible. Donde hay arquitectura, nada (más) es posible».
«El futuro de la arquitectura no es arquitectónico».

«La arquitectura es una mezcla peligrosa de omnipotencia e impotencia... La incoherencia, o más bien la casualidad, es lo que sustenta la carrera de todos los arquitectos. Se enfrentan con peticiones arbitrarias, con parámetros que no establecen ellos, en países que apenas conocen, sobre temas de los que son vagamente conscientes, y de ellos se espera que resuelvan problemas que se han demostrado irresolubles para cerebros mucho más capacitados. La arquitectura por definición una aventura caótica».

«La arquitectura no está para satisfacer las necesidades de los mediocres, fomentar la mezquina felicidad de las masas... La arquitectura es un asunto elite».
«Creo que la idea de calle con coches pasando, bocinas, gente en los semáforos es mucho mejor que las zonas peatonales».

«Los profesionales de la ciudad son como jugadores de ajedrez que pierden frente a los ordenadores. Un perverso piloto automático les vence en todos sus intentos por atrapar la ciudad, agota todas las ambiciones por definirla, pone en ridículo sus apasionadas afirmaciones sobre el fracaso actual y el futuro imposible y la conduce implacablemente en su fuga hacia delante».

«Creo que la ciudad ya no puede entenderse como un tejido, sino como una coexistencia, como una serie de relaciones entre objetos, que casi nunca están articulados de una forma visual, ni atrapados en conexiones arquitectónicas... Pero si te das cuenta de que las conexiones ya no son necesarias es como si pusieras una bomba en tu existencia como profesional. Si los planes no son necesarios ¿para qué planificar?»

«En Rotterdam las bombas vaciaron el centro: fue reemplazado por un corazón artificial que tiene el vacío en su interior».

«Trabajo desde la incomodidad: con esto quiero decir que no me gusta ordenar las cosas. Si me sitúo frente a algo, en vez dé ordenarlo, me ordeno a mí mismo»

«Me gusta pensar a lo grande. Siempre lo hago. Para mi es muy sencillo: sí tienes que pensar, de todas maneras, hazlo a lo grande».

«A partir de una cierta escala, la arquitectura adquiere las propiedades de Lo Grande. La mejor razón para abordar Lo Grande es la dada por los escaladores del Everest: porque está ahí. Lo Grande es la arquitectura definitiva».

«Imagino una habitación en donde el suelo se vuelve pared, se vuelve techo, se vuelve pared y suelo de nuevo... La habitación hace el rizo».

«Ahora que me he hecho viejo, tengo la sensación, cuando camino por un cementerio, de que estoy buscando apartamento».

«La ausencia es el más alto grado de presencia».

(Pensamientos de Rem Koolhaas extraídos de su libro S,M,L,XL)


El universo con ascensor
He leído varias veces la memoria que acompaña al proyecto de Casa en Burdeos y cada vez me conmueve, a pesar de que no relata más que las necesidades del cliente y las soluciones que propone el arquitecto. Escribe Koolhaas: «Una pareja vivía en una casa muy antigua y muy bella en el centro de Burdeos. Tenían ganas de una casa nueva y, por qué no, de una casa muy sencilla. Tomaron contacto con varios arquitectos. Después, el marido tuvo un accidente de coche. Rozó la muerte, pero sobrevivió. Ahora necesita una silla de ruedas.

Dos años más tarde, la pareja pensó de nuevo en la casa: además, una casa nueva podría liberar al marido de la cárcel en la que se había convertido para él la vieja vivienda en el barrio medieval. `Contrariamente a lo que usted podría esperar, le dijo al arquitecto, yo no quiero una casa sencilla. Quiero una casa compleja, porque será la casa la que definirá mi universo'.

Entonces compraron una colina, con una vista panorámica sobre la ciudad. El arquitecto hizo una propuesta para una casa, o más bien para tres casas superpuestas. La de abajo recuerda a una gruta, una sucesión de cavernas excavadas en la colina para la vida más íntima. La más alta está dividida en una vivienda para la pareja y otra para los hijos. La casa más importante es casi invisible, deslizada entre las otras dos: un espacio de estar completamente de cristal, la mitad exterior y la mitad interior.

El hombre tiene un espacio especialmente concebido para él, o más bien una estación: un ascensor plataforma de 3,5 por 3 metros que se desplaza libremente entre las tres viviendas, modificando la planta y el escenario de cada uno de los niveles, según si se para sobre ellos o flota por encima. De arriba a abajo, un único muro atraviesa la superposición de casas junto al ascensor Este muro contiene todo lo que el marido necesita: los libros, las obras de arte y, en la bodega, el vino. El ascensor puede pararse a cualquier altura. El movimiento del ascensor cambia a cada momento la arquitectura de la vivienda. Una máquina es su corazón.

Aurora Fernández Per. Publicado en El Correo - 25/02/1998



 




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