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Allí donde la ciudad vieja pierde su nombre y termina el recinto protegido por la Unesco, se plantea este ejercicio de adecuación de la arquitectura al contexto sin por ello caer en la nostalgia. La trama histórica de Santiago acaba tras el Parque de Santo Domingo de Bonaval, y a su espalda comienza un tejido residencial de los años sesenta carente de valor. Rodeado por las trazas de antiguos huertos cultivados sobre una ladera de pendiente muy pronunciada, el conjunto completa el trazado de una manzana de viviendas de poca calidad.

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