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Luis Peña Ganchegui. Arquitecto del lugar

May 13, 2008

Luis Peña Ganchegui (Oñate, 1926) estudió arquitectura porque, según cuenta él mismo, era aficionado a la pintura y en su casa pensaron que un arquitecto podía llevar una vida más estable que un pintor. Hizo la carrera en un Madrid de posguerra, en donde conoció, en medio de la desolación de aquellos años, a Juan Benet y a Luis Martín Santos, quienes le introdujeron en la tertulia de Pío Baroja.

Dice Santiago Roqueta -autor del primer libro sobre Peña Ganchegui, publicado en 1979-, que la actitud de compromiso de don Pío con el País Vasco, alejada de todo provincianismo cultural, tomada, al contrario, como base creativa de características universales a la manera de Joyce o Faulkner, marcarán la futura línea profesional del arquitecto.

Al acabar la carrera, Luis Peña vuelve y comienza a trabajar en Motrico. Allí dejará uno de los ejemplos más coherentes de cómo entender lo vernáculo dentro de un planteamiento moderno. A través de casi una treintena de obras, la mayoría de ellas conjuntos de viviendas, convierte al pueblo guipuzcoano en un referente de la arquitectura hecha para un lugar. El periodo de Motrico, dice el arquitecto catalán Oriol Bohigas, “es uno de los testimonios más eficaces de una nueva ola de internacionalización de la arquitectura”. La consideración del entorno físico, histórico y social no la hace Peña desde unas bases obtusamente localistas. Surge de una posición culta, en el sentido de cultura universal. Su conocimiento de la arquitectura local y de la internacional le permite sacar provecho de ambas y manejarlas, bien para satisfacer o para provocar al auditorio. Frente a la abstracción como fuente de inspiración, Peña vuelve la mirada a su interior y atiende a las sugerencias del lugar. Así lo hizo en Motrico y continuó haciéndolo en sus plazas para San Sebastián, en las viviendas de Vitoria y en las de Miraconcha y, si lleva a cabo el encargo de Abandoibarra, será un nuevo ejercicio de entendimiento con el lugar.
Además de su trabajo como arquitecto, o quizás como consecuencia de ello, Luis Peña tuvo el afán de crear una escuela de arquitectura en San Sebastián, empeño en el que se empleó a fondo y que él califica como una experiencia llena de alegrías y de dolores. Pero antes de que existiera la Escuela, Peña, era ya, por si solo, la referencia de los jóvenes arquitectos vascos en los años 70. Como dijo una vez su amigo, el arquitecto José Erbina, “había peñas por todas partes... pero Peña no es tan fácil de copiar”.

Hace ahora diez años, la revista Tecnología y Arquitectura dedicó un monográfico a la obra de Luis Peña. La escasez de publicaciones sobre el arquitecto guipuzcoano nos animó a preparar una antología de su obra y pedimos a algunos de sus amigos que escribieran sobre él y a él mismo que nos hablara de sus preocupaciones, de su manera de enfrentarse al proyecto, de su vida... La titulamos Luis Peña Ganchegui, arquitecto del lugar. Hoy vuelvo a este título que, a la luz de las tendencias que hoy conviven en la arquitectura, adquiere una renovada autenticidad. La obra de Peña, a fuerza de ser local, es cada día más global.

Obras destacadas
Plaza de la Trinidad. San Sebastián, 1961-1963
Es el primer trabajo que recibe el joven Peña a su llegada al Ayuntamiento de San Sebastián. La ciudad desea conmemorar el centenario del derribo de las murallas y le encarga el acondicionamiento de este terreno residual al pie del Monte Urgull, en pleno casco antiguo. El mérito de Peña fue interpretar el lugar como un espacio de encuentro entre el monte, los edificios circundantes y la trama urbana y otorgarle, con su intervención, un uso para juegos y espacio público.

Viviendas Aizetzu. Motrico, 1964-1965

La implantación en el lugar de este grupo de viviendas es paradigmático dentro del paisaje vasco. Se asienta en una pronunciada ladera sobre tres plataformas escalonadas que van salvando el desnivel, reporta un beneficio económico al proyecto, ya que evita los muros de contención, y toma contacto con el terreno mediante soportes que originan un porche de acceso cubierto. La macla de los tres volúmenes a través de las dos cajas de escaleras le confiere un valor escultórico. Por último, la elección de los materiales de cerramiento -pizarra para la cubierta, ladrillo en las fachadas y carpintería metálica para el cierre de los huecos-, dotan al conjunto de una insólita monumentalidad a pesar de su escala, que se inscribe sin estridencias en el contexto.

Plaza del Tenis. San Sebastián, 1975-76
Peña afronta el proyecto considerando que su plaza será un preámbulo para la escultura de Chillida, Peine del Viento, con la que no llega a fundirse. Interpreta la fuerza del lugar como principio y fin de la ciudad, como encuentro con la naturaleza que se respeta y de la que extrae el proyecto toda su riqueza. Las condicionantes del lugar, capaces de disuadir de cualquier intento de intervención, las transforma en razones de su actuación.
Construyó un muro ancho y bajo que permitiera la visión del mar y utilizó el antiguo colector para transmitir el agua hacia el subsuelo de la plaza y hacerla surgir, en los días de mar brava, por los siete orificios situados en la plataforma más baja. El conjunto, con el Peine del Viento, se ha convertido en un hito, no solo de la ciudad, sino también de la arquitectura internacional.

Viviendas en Miraconcha. San Sebastián, 1981-1986
La obra es un ejemplo de ordenación del espacio en un lugar con una fuerte pendiente y grandes requerimientos de circulaciones. Peña resuelve el proyecto con una plataforma que, asentada sobre un zócalo, articula todo el conjunto.

Aurora Fernández Per



 




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