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Bjarke Ingels dice que hace montañas porque Copenhague es demasiado plano. En este sentido su tesón supera al de Mahoma: él no se conforma con ir a la montaña, si hace falta, la crea.
Después de sus inicios con Julien De Smet bajo el nombre de PLOT en 2001, fundó a primeros de 2006 la oficina que lleva su nombre. Ocupa un segundo piso de un edificio de ladrillo de los años 80. Un gran espacio donde todo está a la vista. La lista de proyectos que desarrollan puede consultarse en su página, excepto los últimos que aún no están disponibles. Es tan apabullante que no tengo intención enumerarlos, me conformo con los que he visitado estos días en Copenhague, que pertenecen, en su mayoría a los primeros años, si es que puede hablarse de primeros y últimos en una carrera de siete años. El Maritime Youth Club y las viviendas VM, ambos con Julien De Smet, son el brillante inicio de una pareja que se había conocido trabajando para OMA y llegó a Copenhague con la idea de hacer cine, de ahí el nombre de Plot. Cuando al cabo de poco tiempo intuyeron que tal vez fuese más provechoso dedicarse a la arquitectura, asombraron al personal ganando tres concursos consecutivos. El calmado paisaje arquitectónico danés, que en aquel momento hibernaba muy por debajo del radar mediático, empezó a lanzar señales que algunos captamos inmediatamente (a+t 21 Densidad III).
La velocidad con la que eran capaces de materializar los proyectos era llamativa. Ahora se que a la audacia del PLOT se unió la de un promotor-constructor y un inversor que se atrevieron a llevar adelante los proyectos de viviendas, primero las VM y luego las Mountain, con el mismo, equipo, incluso con los mismos gremios. En agradecimiento, una reproducción de sus caras pixeladas decora las entradas de las viviendas V.
Cuando se produjo la separación entre Bjarke y Julien, a finales de 2005, Bjarke asumió la dirección de algunos de los proyectos en marcha y parte del personal. En los dos años y medio transcurridos desde entonces, BIG no ha dejado de estar presente de todas las formas posibles. Algunos miembros del equipo creen que Bjarke se prodiga demasiado en los medios, que corre riesgo de saturar el mercado. Sin embargo, las dudas se disipan cuando se visita lo construido. Habiendo demostrado con sus primeras obras que BIG no es un bluff, Bjarke Ingels reconoce que es ambicioso y no ve barreras a sus ideas, sobre todo porque se apoya en los factores condicionantes para mejorarlas. “Quiero saber todos los condicionantes de un proyecto desde el principio, –dice- mientras más datos mejor, así se lo que es posible y lo que no”. Aunque el concepto que tiene Ingels de lo posible es muy amplio, casi infinito, diría yo. Como ejemplo, valdría el ejemplo del hotel para el aeropuerto de Arlanda, en Suecia. El cliente le encarga un hotel y un centro de congresos y BIG juega con la idea de hacer una rampa que termina en una especie de T gigante, con el centro de congresos en vuelo sobre la torre de hotel. El cliente lo ve y lo rechaza. Quiere una sencilla pastilla vertical, con el centro de congresos en la base y las habitaciones arriba. Ante eso, aparentemente sólo había margen para diseñar un envoltorio. En BIG empezaron a jugar con las ventanas y las líneas de huecos fueron definiendo el retrato de la princesa Victoria, luego vino el de la princesa Madeleine. Para evitar rencillas familiares, el edificio añadió una tercera fachada y en ella apareció el príncipe Carlos Felipe. Los tres hijos de los Reyes de Suecia campaban sobre los bosques de abedules para ser vistos desde la distancia y el centro de congresos ocupaba un zócalo, recubierto de taludes de césped. El cliente no tuvo más remedio que decir que si y la única objeción fue la del rey Carlos Gustavo, que preguntó extrañado ¿y yo donde estoy?

Fotos realizadas por Aurora Fernández Per, disponibles bajo pedido.

Bjarke Ingels Group
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Copenhague