Zumthor, Chillida y el ángulo recto
May 19, 2008
A primeros de julio del año 1998, Peter Zumthor pasó una semana de vacaciones en el País Vasco. Sus deseos eran, por este orden, descansar, jugar al tenis, comer bien y visitar algunos edificios. Las visitas de los edificios estaban cantadas: el Kursaal, el Guggenheim y los centros cívicos de Vitoria. Me temo que ninguno sobrevivió a su sentido crítico. Comer bien no era una tarea difícil y jugar al tenis dependía de sus propias fuerzas. Los objetivos parecían cumplidos, sin embargo habíamos preparado, los que le acompañamos en esos días, una visita inesperada.
De acuerdo con la familia Chillida, fuimos a Zabalaga, con la esperanza, más que con la certeza, de hacer coincidir a Peter Zumthor con Eduardo Chillida. Nos parecía que, incluso sin la presencia del escultor, las obras y el lugar merecían una visita. Una serie de coincidencias y creo que sobre todo la buena disposición del anfitrión, hicieron posible el encuentro. El inglés era la única lengua más o menos común entre ambos, pero no fue obstáculo para Eduardo Chillida, que se desenvolvía con soltura y con una modestia pasmosa. Explicaba las esculturas y, mientras, las tocaba como si les estuviera dando el último pálpito, como si no estuvieran acabadas. Apoyado en una, confesó que había abandonado la carrera de arquitectura por culpa del ángulo recto. Así se lo dijo a su padre, quien deseaba tener un hijo arquitecto. El joven Chillida no podía entender que el ángulo recto, el de 90 grados, fuera el único ángulo co-recto (en inglés, recto y correcto se traducen con la misma palabra: right). Antes de verse construyendo edificios sometidos a esta disciplina ortogonal, decidió abandonar y dedicarse a la escultura, donde los ángulos podían medir 86 o 92 grados o lo que fuera. Zumthor se quedó callado después de la explicación de Chillida. Era una pregunta que no se había hecho nunca y por tanto no sabía que responden. Mientras, el escultor insistía en la posibilidad de considerar otros ángulos como correctos, con un brillo de niño travieso en los ojos, sabedor de que la realidad demuestra que el ángulo recto, el de 90 grados exactos, casi nunca se consigue. La incógnita del ángulo recto quedó en el aire. Pero la imagen de Eduardo Chillida, apoyado en una de sus esculturas y haciendo un ángulo obtuso con el suelo, creo que se ha quedado suspendida en la memoria de Zumthor para mucho tiempo.
Aurora Fernández Per. Publicado en El Correo - 16/09/1998