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Mirando la ciudad

May 14, 2008

Los paisajes urbanos, los paisajes intermedios, los límites cada vez más imprecisos entre la ciudad y el campo, los edificios que construyen el paisaje y los edificios mismos como paisajes interiores... La exposición Nuevos Paisajes Nuevos Territorios es una reflexión sobre nuestra manera de mirar la ciudad y un análisis sobre el más cotidiano de nuestros paisajes.

El perfil construido en vez del horizonte. Es la negación del paisaje tal como lo entendían los clásicos: un entorno rural con un fragmento de tierra y su parte de cielo encima. El paisaje urbano se percibe insistentemente a lo largo del siglo XX, pero han sido escasas las miradas que de una manera consciente se han vertido sobre él. A principios de siglo, August Endell, arquitecto y erudito, afirmaba que las ciudades eran aún tan jóvenes que su belleza no se había descubierto, pues, como cualquier belleza nueva, primero extraña, luego suscita recelos e insultos y pasa un tiempo hasta que llega a ser aceptada. Noventa años después de esta afirmación, la belleza de los paisajes urbanos no ha pasado de la fase de contestación. A pesar de que algunos artistas han tomado la ciudad como objeto artístico -los dadaístas organizaban paseos ciudadanos buscando las rutas de la banalidad; los situacionistas de los 50 realizaban experimentos topográficos en París; el grupo austriaco Haus-Rucker-Co instaló espacios paisajísticos en el centro de Viena durante los 70- su belleza sólo es apreciada si alberga un conjunto de edificios notables, antiguos preferentemente, una perspectiva clásica o un entorno natural singular.
La ciudad en sí, como conjunto de fenómenos que se suceden, de energías que se mezclan, de usos que cambian, ofrece un paisaje, unos paisajes cotidianos, en los que no acostumbramos a detener la mirada, tal vez porque estamos demasiado dentro de ellos, sufriendo o beneficiándonos de sus cambios, tal vez porque ya no es posible la foto fija y el paisaje se desliza sin anclarse en nuestra memoria, sin que lleguemos a reconocernos en él, atrapados en una escala que no nos pertenece o a la que no osamos pertenecer.

Los nuevos centros
El territorio ya no tiene límites precisos. En los centros urbanos se infiltran nuevos espacios, nuevos edificios que transforman el horizonte construido, como el Museo Brasileño de Escultura, con el que Paulo Mendes da Rocha actúa sobre el paisaje, no a través de la presencia, sino de la ausencia, ocultando el edificio en niveles del subsuelo y creando un espacio vacío en mitad de Sao Paulo.
Se habitan zonas que en otro tiempo fueron industriales. Se mezcla lo artificial con lo natural para obtener un paisaje mestizo, más igualitario. Florian Beigel proyecta la rehabilitación de la antigua zona minera de Witznitz, en la otrora Alemania del Este, afianzando la relación entre el paisaje agrícola primitivo y el resultante de la extracción minera, con un sentido de la temporalidad que recuerde tanto la primera naturaleza, agrícola, como la segunda, industrial, y cree un entorno adecuado para una tercera, la habitable.
Ha pasado la época de los hitos en los centros urbanos. Ahora florecen en las redes de comunicación -los aeropuertos, las estaciones ferroviarias, los centros de negocios- y en los flujos de información. El tren de alta velocidad francés, que va ensartando ciudades grandes y medianas es un hito en movimiento que discurre por el paisaje y cambia la percepción de todo un país.
La frontera entre las ciudades y el campo se difumina en una periferia de grandes superficies comerciales, de urbanizaciones, de lugares de ocio, espacios intermedios en definitiva, que prometen acercar la naturaleza mientras la alejan cada vez más.Los edificios son en sí mismos paisajes interiores que enmarcan el espacio para mostrarlo bajo otros atributos. Jean Nouvel hace de la Fundación Cartier, en París, un ejercicio de lectura del entorno, de visión del paisaje a través de otro paisaje, como un juego de espejos donde la realidad y la ficción se confunden. La inmaterialidad de su construcción, las ansias de invisibilidad del edificio no son más que otra manera de actuar sobre la ciudad, de proponer nuevas percepciones. La mirada no es, pues, sólo sobre el paisaje, es también sobre los edificios, sobre los vacíos entre los edificios y sobre las relaciones que generan. La mirada corre el riesgo de girarse hacia nosotros mismos.


Hitos en el paisaje de Bilbao
En la exposición del MACBA se incluyen tres proyectos para la ciudad de Bilbao: El Palacio Euskalduna, el Museo Guggenheim y una de las propuestas de remodelación de Abandoibarra. Los tres son abordados desde su carácter de hitos en el nuevo paisaje bilbaíno, el que surge de la recuperación de la Ría como eje vital de la ciudad. El Museo integra en su aura al puente de la Salve -antiguo testigo industrial-, con un ímpetu de futuro que lo recorre por debajo, lo abraza y lo deja fluir . entre sus tentáculos, revalorizando su imagen frente a los nuevos es un hito que sobrepasa la escala del lugar y se conecta directamente, no con el territorio próximo, sino con las redes de comunicación para formar parte del paisaje mediático universal. Mientras, el Palacio Euskalduna juega a recordar viejos paisajes, o más bien a evocarlos, con un deseo irreprimible de ser vestigio de la memoria. En el discurrir temporal de la Ría, la obra de Soriano y Palacios reclama para sí el privilegio de los pioneros, o más bien el de las ánimas, con su capacidad de ser o de volver a ser, como si los fantasmas de paisajes anteriores se impusieran sobre el presente, como si el futuro tuviese vocación de pasado.

Entre ambos hitos, el paisaje de vacío de Abandoibarra, con sus incógnitas y sus posibilidades de ser, se promete como el espacio codiciado, donde es propicia una nueva relación entre la ciudad y la Ría. La exposición lo analiza a partir del proyecto de Abalaslos/Herreros/Mangado/Azeárate, que en el Concurso de 1994 quedó entre los cinco finalistas. Propone para la zona una manera de actuar, más que un plan de urbanización, una dinámica más que una tipología. Ante el espacio vacío, sugiere el cambio por fragmentos, dejando que la energía propia de cada actuación provoque otras, sin imponer el paisaje de antemano, sin adelantarse al futuro. Desean que el hito se construya, o no, a sí mismo, que Abandoibarra sea un paisaje con su propio tiempo y su propia evolución, de perfil imprevisto.

Más bien un no-hito.

Aurora Fernández Per. Publicado en El Correo - 04/09/1997



 




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