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Adaptabilidad

May 30, 2008

Artículo realizado por Gerard Maccreanor

“Si uno quiere expresar algo abstracto, algo que no está relacionado directamente con la realidad visible, lo mejor es ligarlo a su entorno más próximo. Entonces todo quedará claro y las cosas nunca más volverán a ser confusas” (1)
Estamos bastante familiarizados con los múltiples cambios a que hemos sometido algunos ejemplos históricos, como las casas de los canales de Amsterdam o, las casas urbanas de tipo georgiano de Londres, que han pasado de viviendas para una familia, a apartamentos u oficinas. Estos edificios han encontrado un nuevo uso como el de hotel, club nocturno, galería de arte, tiendas o, industria ligera. Más recientemente, los almacenes industriales de la última parte del siglo diecinueve o, de principios del veinte también han encontado nuevos usos, diferentes de los que les vieron nacer. La adaptabilidad de estos edificios es precisamente lo que crea esa estructura urbana vibrante, siempre viva y cambiante, con diferentes partes de una ciudad desarrollando caracteres diversos y generando nuevas formas de sociabilidad y de contacto urbano.
La adaptabilidad es otra forma de entender la flexibilidad. El edificio adaptable admite, a la vez, muchas funciones diferentes y va más allá de la función. Permite también la posibilidad de un cambio de uso.
Del vivir al trabajar, del trabajar a actividades de esparcimiento o, incluso como contenedor de varios usos simultáneos. La adaptabilidad no está directamente relacionada con una idea
precisa de flexibilidad, basada, a su vez, en la quiebra de la distribución tradicional. Lo que permite a un edificio manejarse bien con las necesidades venideras y con unas condiciones
cambiantes es precisamente una clara y robusta identidad y una presencia urbana de corredor de fondo.
La flexibilidad ha sido un tema que ha acaparado mucho tiempo el interés de los arquitectos. Le Corbusier publicó, en 1923, Vers une architecture, que incluía ideas sobre viviendas flexibles, en serie, basadas en el sistema Dom-ino, que había desarrollado en 1914. Este texto es, probablemente, el manifiesto arquitectónico más influyente de la primera época moderna. El sistema Dom-ino proponía una planta abierta, con ventanas corridas, que daban una flexibilidad infinita a la distribución interior. El resultado fue, en los años que siguieron, la aparición de muchos edificios con plantas abiertas y modificables, alrededor de núcleos de servicio fijos. Se pensó que una mayor indeterminación espacial era buena para permitir mayores cambios de uso y de ocupación.
Nuestra experiencia, ahora, nos muestra que el potencial de esta flexibilidad se llevó en pocas ocasiones hasta el último extremo. Lo que pasó fue que, en las fachadas de los edificios, se carecía de la experiencia técnica necesaria con los nuevos materiales. No soportaron la prueba y fallaron al encontrarse con unos requisitos de ahorro de energía mayores. Los edificios que fueron diseñados para ser flexibles en sus distribuciones interiores, tenían unas alturas de suelo a techo mínimas, que los hacían difícilmente adaptables a usos venideros. A menudo, era mucho más eficaz, desde el punto de vista del costo, construir unos nuevos alojamientos, que renovar o acondicionar lo existente.
La conclusión es que la flexibilidad no implica simplemente la necesidad de un cambio infinito y una quiebra de la fórmula aceptada hasta ahora. Por el contrario, los edificios que han demostrado ser los más adaptables son los que, originalmente, no estaban pensados para un uso flexible.

Generadores de adaptabilidad
Sobredimensionamiento
Los edificios logran ser adaptables y alcanzan una vida más larga con la pérdida del concepto de que lo ideal es lo estrictamente apropiado. Se pueden mejorar las perspectivas de adaptabilidad posterior, con el sobredimensionamiento de la altura de techos, del espacio de circulación, de los servicios de instalaciones y teniendo en cuenta un posible aumento de los requisitos energéticos actuales. Las presiones crecientes para mantener el coste de la edificación dentro de unos parámetros ajustados no permiten, sin embargo, esta generosidad.
Sobredimensionar implica, por tanto, un cambio en la, en este momento, práctica común de la definición estricta del programa de un edificio. Lo que se debería proponer es un diseño basado más en el volumen que en los metros cuadrados.
Un ejemplo interesante de edificio adaptable son los apartamentos-atelier de la calle Zomerdijk en Amsterdam, de 1934, diseñado por Zandstra, Giesen y Sijmons. La sección particular de este edificio proporciona el espacio de un estudio amplio, con otros espacios adosados más pequeños. Estos forman las áreas de apoyo de cada vivienda: es decir, los dormitorios, la cocina y el baño. Sin embargo, la mayor parte del edificio se diseñó para encajar estrictamente el programa. Aparentemente, esto significa la introducción del espacio sobredimensionado, lo que le asegura un uso continuado en el tiempo. La imagen del edificio es ambigua –no es industrial, ni residencial–, ya que es la que dan los alzados tan diferentes que tiene. La cara de los estudios son amplias cristaleras de vidrio industrial y en la de apoyo, al otro lado, ventanas pequeñas y balcones. En este proyecto existe un enfoque previo de gran originalidad, que reside en el lenguaje de lo “ordinario” y es precisamente esa neutralidad lo que contribuye a la adaptabilidad del edificio.

Fachadas neutras
La neutralidad propone fachadas que no tengan ninguna indicación de un uso concreto, pero que, sin embargo, sean capaces de una actividad enormemente atractiva. En el trabajo realizado por Diener and Diener, sobre una utilización contemporánea de las viejas viviendas vienesas, se ha tenido en cuenta la importancia de la “ventana inhabitada”. La neutralidad no debe confundirse con estandarización y con una repetición aburrida. La arquitectura neutra no reside en el gran gesto, sino que lo que busca es que un edificio encaje, de una forma tranquila con su entorno, casi como si con el simple hecho de estar allí fuera suficiente. Todo esto implica una toma de postura consciente, en contra de la decoración frívola, del drama y de la extravagancia.

Contextualismo
El edificio adaptable, capaz de enfrentarse con usos variables y con contextos urbanos cambiantes es lo primero que debería preocupar a un urbanismo de calidad. Las funciones de un edificio tendrían que ser como la parte que una ciudad va dejando atrás. Los condicionantes urbanos tendrían que ser más importantes que la imagen de un edificio como objeto exclusivo.
“El edificio construido conscientemente de una manera irrelevante, poco destacable, nace de una actitud que lo entiende como un elemento más de un contexto más amplio, incluso con la importancia de permitirle que exista de una doble manera: como declaración independiente y coherente y al mismo tiempo, compartiendo las sensibilidades formales y espaciales de sus vecinos y predecesores, por muy banales que estas sean” (2).

El contextualismo no debería confundirse, sin embargo, con una interpretación simplista que implique una mera reproducción en nombre de lo que tiene el lugar de vernáculo. La idea es la de un contexto que permita poner el énfasis en unas características particulares, que son parte de nuestra memoria colectiva y que, al mismo tiempo, son distintas y desconocidas.

Carácter ordinario
El enfoque contextual propuesto está íntimamente ligado con la fascinación que produce lo ordinario y lo cotidiano. La arquitectura con carácter ordinario es una narración sobre las raíces, las esencias y las condiciones del paisaje.
Contrariamente, cada paisaje genera su propio y específico anonimato. El verdadero poder de lo ordinario es que cuando lo miras lo bastante, casi todo comienza a mostrar su particular carácter especial. Todos los potenciales de adaptación aumentarán si se encuentra este carácter especial de lo ordinario.
La contradicción inherente a lo cotidiano es que las cosas parecen fijas y repetitivas, aunque todo cambie y aunque este cambio haya sido programado. Si se utiliza este potencial de invención en un edificio de carácter ordinario, éste podrá convertirse en atemporal y por tanto, verdaderamente puesto al día.

Discurso
El edificio adaptable tiene un discurso. El discurso solicita una diferenciación clara entre lo privado y lo público, evitando la confusión que existe entre el espacio semi-público y el semi-privado. La fachada puede hacer de límite estricto entre las actividades internas y las externas, con el acceso relacionado directamente con el espacio urbano. El énfasis se pone más en la circulación vertical que en la horizontal, evitando forzados espacios de encuentro e invitando a que las actividades tengan lugar en el dominio de la calle. Desde el nivel urbano, la noción de discurso puede ampliarse con la creación de calles, plazas y límites claramente definidos.

Atemporalidad
Los edificios con carácter ordinario, diseñados para vivir o trabajar no necesitan de un concepto revolucionario, sino más bien, lo que les hace falta es aceptar el paso lento con el
que evolucionan las actividades normales y corrientes. Esta arquitectura debería intentar, no una repetición nostálgica, ni una invención extravagante, sino que tendría que utilizar un lenguaje que hablara de la experiencia compartida, de una memoria compartida y de un carácter ordinario. Se trata de una forma que no se encontraría fácilmente, pero que pudiera provocar el pensamiento de que “esto que ya lo he visto antes”. Una expresión formal basada en esta comprensión serena hace que el edificio sea independiente de la moda. No viste, sino que dura. Es esta presencia resistente lo que hace es invitar a un poderoso compromiso con el edificio, a una afectuosa calidad que seduce a la gente, haciendo que uno se adapte a él.
La atemporalidad promete el retorno de una realidad que era, en sí misma, un ideal abstracto. La atemporalidad y la nostalgia están, sin embargo, inevitablemente conectadas. En este sentido, la nostalgia es una palabra difícil de unir a la arquitectura, ya que señala un refugio negativo del presente e implica la adopción sin sentido de imágenes aparentemente “íntegras” de la arquitectura del pasado. El poder emotivo de la nostalgia descansa, no en el deseo de reinventar físicamente algo perdido, sino en la manera en que las idealizadas y fragmentarias imágenes del pasado están, a veces, convocadas inesperadamente en el contexto de un presente muy distinto. Es la conciencia simultánea y contradictoria del pasado y del presente lo que es importante.

Materiales y detalle
La calidad material de un edificio es esencial para establecer ese deseado sentido de atemporalidad y de una identidad fuerte. Para hacer que estas dos ambiciones se encuentren, los materiales deberían permitir que el edificio se sometiera al paso del tiempo de una forma bella y que creciera de una manera armoniosa. Un cierto sentido del detalle implica, a su vez, una cierta preocupación por el edificio. La postura normalmente aceptada, desde el punto de vista arquitectónico, es considerar el detalle como de una irrelevancia algo anticuada, que distrae del concepto global. Por el contrario, es la preocupación por un edificio minuciosamente acabado lo que hace que ese edificio mantenga su valor.

Irracionalidad
Algunos edificios, en concreto, se han convertido en más accesibles, en más próximos, debido a su aparente incorrección, a su falta de precisión o, a que son el resultado de una intervención, en cierto modo irracional.
Históricamente, esto ha pasado también por las imperfecciones y matices que ha introducido cada gremio particular o, porque los ajustes y modificaciones que se han hecho han sido el resultado de una información imprecisa sobre el edificio. Todo esto, de todas maneras, no es una petición sobre un retorno al artesanado o, de métodos de trabajo desfasados, sino que es, simplemente, la toma de conciencia de que la apariencia de incorrección se puede encontrar dentro de la racionalidad del programa, de la construcción y del contexto. En un artículo sobre La Tourette de Le Corbusier, Hans de Soeten destaca que lo que da a este edificio su especial calidad son esas excepciones a un diseño, puesto en práctica, en este caso, de una manera enérgica.
“La racionalidad del edificio está alterada en aquellos puntos en donde los principios de orden, la claridad estructural, el empleo de la función y la imagen arquitectónica se enfrentan entre sí. Lo que es ilógico en planta, parece natural en la práctica y es el resultado de un principio que se manifiesta como dominante” (3)
Esta confusión en un, por otro lado, armonioso encuentro entre estructura, uso y arquitectura puede observarse como una decisión consciente para colocar a las necesidades del contexto y de conciencia espacial por encima del deseo de crear un objeto perfecto. Estas desviaciones proporcionan un cierto sentido de crudeza que aguanta en medio de entornos rígidamente controlados, una cierta personalización que, a su vez, crea una identidad reconocible.

Artículo publicado en a+t 12. Vivienda y flexibilidad.

Notas
(1) K. Schippers. Conferencia Van Gogh, sobre las obras de arte puntillistas de George Seurat. Mayo, 1998
(2) Wilfried Wang. From Normality to Abstraction. Catálogo de la exposición From City to Detail, sobre la obra de los arquitectos Diener & Diener
(3) Artículo de Hans de Soeten sobre La Tourette+Le Corbusier. Hans de Soeten, Thijs Edelkoort. Delft University Press. 1995.



 




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