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El proyecto se basa en el modelado del volumen capaz -una manzana cerrada tradicional de siete alturas- que impone la rígida normativa urbanística. La propuesta rompe la convención y distribuye las viviendas en un nuevo volumen de altura variable (entre tres y siete alturas). De este modo se generan vacios y recortes que permiten observar las montañas del entorno al tiempo que facilitan la entrada al sol y al aire.

Por otro lado, la manzana se abre a la calle por dos esquinas, poniendo en contacto el espacio interior, al que se quiere dotar de un ambiente rural, con la vida de la ciudad. Frente al espacio trasero y olvidado, una plaza recogida es aquí centro de las relaciones sociales de los residentes.

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