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Bajo el puente, en el centro, la ciudad se interrumpe. Es una pequeña población cerca de Ámsterdam, al pie del río Zaan, a la que una antigua autovía parte en dos mitades. La carretera se eleva sobre el río formando un viaducto de hormigón sobre la trama urbana. El lugar se abandona, lo invaden la dejadez y los coches. Con su crecimiento la ciudad necesita recuperar ese espacio. Se elabora un plan. Las administraciones acuden a los grupos sociales para conocer sus deseos. De sus ideas, seleccionan las actividades que satisfacen a la mayoría de los ciudadanos.

Bajo el puente, descendiendo hacia el río, hay rincones para enamorados, pista de skate, escenario para break-dance, canchas deportivas, aparcamientos. Hay una plaza cubierta con el omnipresente supermercado en su borde y una galería para artistas del graffiti. Más allá, soportes y pavimento se cubren de madera, junto al pequeño embarcadero nuevo. El agua y su reflejo también están bajo el puente. Una plataforma panorámica mira al río. Ya al descubierto, se abre un parque de pequeños montículos verdes, con oquedades donde cocinar barbacoas en verano y una jaula para jugar al balón.

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