Huevos revueltos
February 09, 2009
Artículo publicado en El Pais (edición País Vasco) - 08/02/2009
Cedric Price, arquitecto inglés, manchó una vez un trozo de papel con tres garabatos que resumen, en broma, la historia de los modelos urbanos. La ciudad es como un huevo. Este era el título que colocó encima. Los tres dibujos representaban tres formas distintas de prepararlo
El primero, cocido, cortado por la mitad, que corresponde a la ciudad tradicional, densa, contenida en el interior de un óvalo defensivo y con un núcleo central poderoso. El segundo, el huevo frito con elongaciones producidas por la espumadera: es la ciudad moderna, que se extiende a lo largo de ejes de transporte y cuyo corazón es inestable y está amenazado.
El tercero, la ciudad postmoderna, la de los huevos revueltos, repartidos desigualmente por el plato territorial, sin un centro predominante y con su tejido grumoso disperso por el paisaje.
Vitoria-Gasteiz se encuentra todavía en la fase del huevo frito, pero el desayuno anglosajón de huevos revueltos no tardará mucho en implantarse. El primer intento ha sido un Parque Comercial -llamarle parque es inadecuado-, que aprovechó la triquiñuela legal de situarse fuera del término municipal de Vitoria-Gasteiz, para eludir la oposición de la alcaldía. El segundo ha sido un Boulevard -evita la palabra comercial en su nombre y utiliza un galicismo en vez de bulevar-, que supuso la recalificación consentida de terrenos industriales en comerciales, con la participación inicial y fuga posterior de comerciantes locales y con el jaque al rey lanzado por la gran superficie de un grupo cooperativo. El tercero, el núcleo que se va a crear en torno a la futura estación intermodal, un full-service, con centro de negocios, edificios culturales y hoteles, que va golpear en las partes bajas al ensanche decimonónico y lo va a dejar grogui, porque se siente incapaz de reaccionar ante un medio como el automóvil para el que no fue diseñado.
La característica de la situación urbana actual es la rapidez con la que se producen los cambios, que a su vez contrasta con la inercia de la sociedad para asumirlos. Las ciudades con cintura, que dispongan de buenos quangos, sociedades paramunicipales de gestión, rápidas y eficaces, podrán encajar mejor las transformaciones dentro de su tejido sin tener que realizar operaciones traumáticas en el futuro. La ciudad contemporánea tiene la agilidad que le dan los movimientos de cadera de sus políticos electos, ni más ni menos. La implantación de la alta velocidad en ciudades como Vitoria-Gasteiz va a remover usos y costumbres. La ciudad va a quedar disuelta en su territorio. Desde el momento en que cueste menos tiempo ir en tren de Vitoria a Bilbao, que del centro a Lakua en tranvía, todo el esquema tradicional se vendrá abajo.
La consigna podría ser la recomendación ignaciana de que en tiempos de tribulación no conviene hacer mudanza, sino arreglar la casa por dentro. Una vez completados los ensanches este y oeste -Salburua y Zabalgana-, lo que queda es reformar interiormente las cuatro Aes: esto es, los barrios de Adurza, Arana, Ariznavarra y Aranbizkarra, aumentar sus dotaciones, facilitar la accesibilidad, realizar operaciones de microurbanismo en sus espacios públicos, recomponer en definitiva el tejido residencial degradado para las profundas transformaciones que se avecinan. Los trabajos de sastrería también son adecuados y zurcir los rotos de Tres Santos y Sansomendi puede ayudar a soportar el frío de la crisis.
Las ciudades crecen por encima de todo, son devoradoras naturales de suelo. En este momento, Vitoria-Gasteiz tiene ya la forma de un bonito huevo frito. La lástima es que, aunque no estemos dispuestos a ello, las circunstancias nos van a obligar a revolverlo. El sueño del Anillo Verde parece la última entrega de una fantasía élfica que pone un límite de vegetación a la realidad edificada. Se inicia con la dicotomía, ya caduca, que diferencia entre artificial y natural, entre construcción y paisaje, entre Sodoma y Arcadia. Aunque la idea no es ni mala, ni nueva, hay que contemplarla sin apasionamiento.
Hace sesenta y cuatro años, el urbanista Patrick Abercrombie, ya planteó un cinturón verde para Londres. La mayor parte del color verde de Abercrombie no consiguió florecer por encontronazos de intereses y por la falta de una política decidida y unitaria, pero eso es otra historia. En Vitoria, ¿qué pasará una vez que se cierre el anillo? ¿Se habrá completado el modelo de ciudad? Nada más lejos. Se habrá creado una nueva barrera, un nuevo festón del huevo, esta vez con las protecciones defensivas de una normativa que marca las zonas verdes con el estigma del noli me tangere. A pesar de ello, todo se puede cambiar si el pueblo lo quiere. Las leyes las modifican los elegidos según las demandas de los ciudadanos y las presiones serán fuertes para revolver la yema con la clara.
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