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Vamos andando por el bordillo de la calle Malyy Konyushkovskiy –no hay acera a ese lado de la calzada- y el edificio aparece ya tras los árboles. Llovizna. En el jardín nos espera Nikolai Vassiliev, arquitecto especialista en arquitectura soviética de vanguardia, que ha tenido la amabilidad de ofrecerse para enseñarnos el edificio.

Frente a la deteriorada fachada, resplandece una batería de coches de alta gama. Accedemos al interior, donde una pareja de guardas de seguridad, vestidos con camisetas negras en las que está impresa en blanco la fachada del edificio, nos facilita el paso.

Nikolai está familiarizado con el procedimiento, vínculos personales le han permitido visitar el edificio frecuentemente y sigue de cerca el proceso de renovación que lleva a cabo Alexey Ginzburg, nieto de Moisei Ginzburg. El flujo de personas es continuo a través del control de entrada. Gran parte de la primera planta, en donde se situaban las viviendas tipo K para familias multigeneracionales, está ocupada por una academia de inglés. La galería doble ha sido enmoquetada y tabicada, de manera que se ha transformado en corredor. Desde el exterior no se percibe la alteración, porque han mantenido el hueco acristalado en fachada, pero tras la doble ventana hay ahora una pared de cartón-yeso.

La conmoción inicial se convierte en desasosiego. Las alteraciones del edificio, una codiciada reliquia situada en una zona privilegiada de la ciudad, el bulevar Novinsky, son incontables. Las viviendas F están siendo renovadas de tal manera que pueden herir la sensibilidad de los visitantes.

Habíamos visto muchas fotos antes de llegar aquí y sabíamos que las viviendas habían sido ocupadas, maltratadas, abandonadas y finalmente puestas a la venta. Pero el desequilibrio entre el exterior -en estado de ruina- y el interior -alterado comercialmente de la manera más banal- es ahora su rasgo definitorio, el que lo convierte en un eslabón entre dos ideologías, entre dos maneras aparentemente irreconciliables de entender el mundo. Volvemos a la lluvia con el ánimo sobrecogido y, casi sin palabras, nos despedimos de Nikolai.

Fotos: a+t research group

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