Dudas y escorpiones
September 11, 2008
Los lectores saben mucho más sobre lo que hacemos que nosotros mismos. Me acuerdo de un arquitecto francés que hizo un análisis de a+t más afinado que el que yo hubiera podido hacer jamás. Fue un comentario sin ninguna importancia, como dando por hecho que él nos conocía bien, que nos había seguido.
Llamó por teléfono para proponer una colaboración, se presentó a sí mismo y, a modo de cumplido, me fue diciendo lo que era a+t. De aquello hace más de 10 años y recuerdo muy bien la mezcla de complacencia y sonrojo que yo iba sintiendo mientras seguía en silencio sus comentarios. Tuve la tentación de compartir con él mi asombro y confesarle que sabía más de a+t que yo misma, pero no tuve el valor de admitir que, hasta ese momento, no había visto claramente qué era lo que estábamos haciendo. Habíamos publicado sólo 10 números y lo único que teníamos claro, de acuerdo con nuestra ingenuidad, era que debíamos explorar caminos secundarios para enseñar la arquitectura sencilla, la que se escribe con minúsculas, la que hacen los arquitectos de a pie y usan los ciudadanos a diario. Sin embargo, este lector sabía que nos gustaban los arquitectos rigurosos y comprometidos, que elegíamos casi siempre obras de pequeña o mediana escala, que prestábamos atención a la minuciosidad de los detalles constructivos, que no nos dejábamos encandilar por los grandes nombres, aunque habíamos enseñado las primeras obras de algunos que luego se convirtieron en grandes. Decía que éramos diferentes y añadió una frase que luego he oído muchas veces cuando hablan de nosotros: “lo que saca a+t nunca lo has visto antes”. Esto último supongo que también debemos tomarlo como un cumplido.
Desde entonces hasta ahora, la sensación ha sido siempre la misma: la del funámbulo que avanza sin red y evitando mirar al vacío. Y no lo digo sólo por el asunto de la publicidad, -lo de no incluir anuncios fue una decisión que tomamos en su día, producto de la ingenuidad también, supongo- lo digo por la duda permanente, que es, aunque parezca una paradoja, la barra que te equilibra y te impide complacerte en lo que haces.
Nunca hemos querido reflejar el panorama arquitectónico, tampoco nos hemos visto arrastrados por la sociedad del espectáculo, como dicen algunos, ni obligados a publicar compulsivamente, por temor a perder nuestro sitio en la mesa del librero, aunque nada de eso nos salva de haber cometido numerosos errores en estos años, bien por acción u omisión, de los que te das cuentas mucho después, naturalmente.
Los lectores, que siguen siendo el motivo de todo este ajetreo, están ahora mucho más cerca de la información, emancipados de los medios y convertidos en consumidores y productores al mismo tiempo. A diferencia de otros momentos de la historia de la información, que estuvieron marcados por la incorporación de nuevos medios, ahora nos encontramos con que el acceso total al consumo y producción de información destruye el concepto mismo de medio. O sea, que a estas alturas hablar del papel de los medios en la producción arquitectónica, no es que me provoque sueño, como ocurría antes, es que no puedo por menos que dejar escapar una sonrisa, e intento que no sea nostálgica.
La red nos igualado a todos golpe de clic y deambulamos entre blogs y webs con la esperanza, al menos por nuestra parte, de encontrarnos en algún momento. Y cuando eso sucede, ¿qué podemos ofrecer en a+t a los cansados navegantes? ¿Es suficiente, o siquiera posible, seguir sacando “lo que nunca has visto antes”? La novedad ya no es un valor-refugio, se deprecia a la velocidad que marcan los buscadores, se volatiliza cada vez que un proyecto llega a miles de direcciones al mismo tiempo. La ventaja, -ahora que todos somos informadores-, es haberse librado, por fin, de ese molesto papel de manipuladores de la realidad asignado a los medios. El grial es ahora propiedad universal y los papeles de héroes y villanos se confunden.
En a+t hemos escogido el sendero del análisis en vez del atajo del impacto. Como diría el escorpión -“no puedo evitarlo, es mi naturaleza”-, no podemos evitar ofrecer lo que nos gustaría encontrar: un poco de análisis para no perder el rumbo y una mirada fija en la ciudad y en los ciudadanos, aún sabiendo que el signo de los tiempos es la inmediatez y no la reflexión, la imagen mucho antes que el dato.
Durante los últimos años hemos investigado la vivienda colectiva, como elemento básico de la ciudad, y le hemos aplicado el contraste de la densidad porque creemos que el futuro de los ciudadanos sólo será posible dentro de la ciudad compacta; publicamos equipamientos y nos interesan siempre que sean capaces de satisfacer la complejidad de la demanda, que sean artefactos de cohesión social; el espacio público nos atrae porque es el terreno donde se libra la batalla más difícil de ganar, la de los ciudadanos frente a los consumidores. Y seguimos descubriendo otros campos, otras escalas en las que otear el horizonte común. Nunca hemos tenido demasiada prisa y creemos que sólo analizando y comparando es posible ofrecer pistas sobre nuestras escasas certezas. Ahora que es posible sentir el aliento o el bufido de los lectores en nuestro cogote virtual, espero que sus opiniones nos ayuden a mantener la duda más firme que nunca.
Publicado en Arquitectos. Arquitectura Mediada. Número 184 (2/2008). CSCAE.