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Una breve historia de los objetos singulares

May 29, 2008

Una breve historia de los objetos singulares

Artículo realizado por Xavier González

La historia del urbanismo nos muestra que en cualquier asentamiento urbano, ya sea espontáneo o planificado, tienen lugar tres funciones básicas: la residencia, materializada en un parque de viviendas que ocupa gran parte del conjunto edificado; las actividades, alojadas en los lugares de trabajo o bien en los contenedores de equipamientos y, por último, los flujos, que se apoyan en las redes de infraestructuras.
Esta sistematización sirve para introducir los siguientes conceptos a tener en cuenta en el análisis urbano:

Diferenciación
Este concepto surge de la distinción que se hacía tradicionalmente entre objetos singulares o permanentes en la escena urbana y los contenedores residenciales. Dicha separación surge de la discriminación ancestral entre la esfera pública y la privada. En este sentido, es interesante constatar cómo se cartografiaban antiguamente las ciudades en las primeras guías para los peregrinos y, posteriormente, para los turistas. En aquellos planos aparecen los elementos específicos del lugar, su topografía, etc., pero también el conjunto de monumentos y, por extensión, el conjunto de equipamientos, en tanto que hitos identificables en el tejido urbano1. Esto es, entre los objetos singulares no sólo hay monumentos, sino que a menudo se encuentran entre ellos las construcciones que albergan la vida en común y que, en función de su programa o su área de influencia (barrio, ciudad, provincia o estado), evidencian su vocación comunitaria distinguiéndose claramente del resto del tejido que los rodea.

Ubicación
La ubicación de estos objetos singulares en la ciudad teje la complejidad y forja la calidad del espacio público; el armazón urbano se refuerza con la tensión entre objetos singulares, monumentos o equipamientos, y el tejido circundante2.
Ya desde la Antigüedad se estableció un método para ubicar los equipamientos en función de la orientación, los vientos o los valores simbólicos. La elección del lugar fue ampliamente estudiada por Vitrubio en el Libro V de su Tratado de Arquitectura. En él se hace referencia a la “ubicación de los edificios para uso común de toda la ciudad, como templos, foros y otros lugares de reunión de los ciudadanos”3. El emplazamiento de los edificios públicos, los teatros, la basílica, la cárcel, los templos o las termas, todo aparece justificado en dicho compendio.
Más adelante, la Revolución Industrial no puso en duda la matriz urbana barroca. Luego, el Movimiento Moderno, a través de la puesta en práctica de la zonificación, introdujo la fractura y la separación radical entre el objeto singular y el parque residencial. Esta distinción trajo consigo un alejamiento entre funciones, perceptible en los planes urbanísticos de la época, produciendo un claro desequilibrio entre las “zonas”. Esto dio como resultado ciudades fragmentadas, compuestas de zonas residenciales, de trabajo, administrativas o de ocio, cosidas mediante redes de transporte que cobraron una importancia fundamental.
Estos principios urbanísticos fueron puestos en tela de juicio a partir del CIAM 8 (1951), titulado The Core of the City (El corazón de la ciudad), en el que se propone un regreso a los valores cívicos del centro de nuestras ciudades como sedes institucionales y catalizadores de la vida en común.
El retorno del individuo al centro de la sociedad fue ilustrado por José Luis Sert, quien convierte a la ciudad medieval en paradigma de la ciudad futura, poniendo de manifiesto la existencia en su seno de uno o más centros de encuentro ciudadano (políticos, religiosos, culturales o de ocio).
La enunciación de estos valores estéticos y humanísticos le llevó, junto a Siegfried Giedion y Fernand Léger, a impulsar el nacimiento de una nueva monumentalidad a través del manifiesto Nine Points on Monumentality4, que debería representar el inicio de una tercera etapa del Movimiento Moderno, superada ya la preocupación por las células de vivienda y la zonificación.
Mientras tanto, en las antípodas de la planificación urbanística, la generación espontánea de fragmentos de ciudad, como es el caso de los barrios de favelas, da origen a lugares de naturaleza espacial saturada y función exclusivamente residencial, signos éstos de una evidente fractura urbana y social. Para integrar estos barrios en el resto del tejido urbano, algunos municipios, entre los que se encuentra el de Río de Janeiro, lanzaron la operación favella barrio. Así, la compra y posterior demolición de algunas casas conllevó la aparición de espacio público y la implantación de algunos equipamientos de proximidad: una plaza, un centro de salud, un centro de barrio, una escuela y un campo deportivo. En los lugares menos accesibles, los equipamientos se materializan a través de estructuras efímeras o móviles, como los autobuses fletados habitualmente por organizaciones gubernamentales o no gubernamentales, que de esta manera aseguran el acceso a los servicios médicos y sociales.

Función
La función sigue una lógica ligada a la prestación de servicios, que va desde la proximidad de lo local, hasta un vasto alcance territorial o incluso nacional.
Cualquiera que sea el radio de acción de los equipamientos, encontramos un abanico similar de sectores de servicio: la salud, la educación, el deporte, la higiene, las instituciones políticas o religiosas, el ocio, los transportes, la economía.
La función introduce necesariamente la noción de uso y de tipología, así como sus correspondientes momentos de invención o de cambio. En este sentido, es la Revolución Industrial el periodo más fecundo en cuestión de invenciones tipológicas. En él, y con el fin de sentar las bases de la nueva sociedad burguesa, el conjunto de parámetros que rige la ciudad experimenta una importante transformación.
Es en este periodo cuando tiene lugar la invención o redefinición de todas las instituciones, símbolos del poder y la totalidad de equipamientos públicos o privados: escuelas, universidades, museos, bibliotecas, hospitales, casas de baños, teatros, palacios de justicia, cárceles, cementerios, ayuntamientos, bolsas de comercio, etc.
Todas estas instituciones, que ya existían previamente de otra forma, fueron redefinidas y reubicadas en la escena urbana recién creada. Por su parte, la estación, los pasajes comerciales y los grandes almacenes fueron invenciones tipológicas propias del siglo XIX.
Posteriormente, el siglo XX retomaría la totalidad de esa base tipológica, a la cual se añadirían el centro comercial, el aeropuerto, los equipamientos deportivos y los parques de ocio. Otra novedad fundamental del siglo fueron los nuevos lugares de la cultura popular y los equipamientos de proximidad, integrados en el tejido urbano local, y basados en la acción política y social, en la educación y en la cultura. Estos servicios de proximidad se convirtieron en instrumentos de cohesión del rompecabezas urbano, especialmente cuando los usos sociales comenzaron a dislocarse y alejarse.
Centros de salud y servicios sociales, guarderías, centros de barrio, locales para asociaciones, centros de formación, salas polivalentes, gimnasios o bibliotecas de barrio, etc., son pues equipamientos pensados para mantener una relación directa con su entorno inmediato, tendiendo en muchos casos a integrarse en los programas residenciales o bien a agruparse para convertirse en entidades más complejas, en auténticos nodos de la vida comunitaria. Tal fue el caso de los Centri Civici creados en Italia durante los 60, de los Community Centres anglosajones o los Centres Culturels franceses concebidos con el fin de democratizar el acceso a la cultura.

Programas y equipamientos para el siglo XXI
Así como el Renacimiento reemplazó la jerarquía espacial de la Edad Media por un espacio infinito y antropocéntrico, el siglo XIX vivió su propia revolución desacralizando el tiempo. Ahora, asistimos a otra mutación radical: la desmaterialización progresiva del espacio, la desconexión entre cuerpo y lugar y, sobre todo, la desmitificación del espacio tradicional, aquél que sirve como referencia para distinguir la esfera pública y la privada.
Ello cuestiona el papel futuro de la arquitectura, los lugares representativos de la ciudad y su nueva monumentalidad.
Esta nueva situación fue avanzada en su día por Michel Foucault, quien previó el desarrollo de lo virtual y de Internet. A Foucault le hubiera interesado la aparición y el desarrollo de un nuevo tipo de espacio público virtual capaz de sustituir a cualquier servicio público tradicional, ya sea administrativo o cultural.
Estos lugares virtuales son al tiempo utopías, al no mantener una relación analógica directa con el espacio real de la sociedad, y heterotopías, tal como lo demuestra el ejemplo del espejo5.
Las ciudades están, por tanto, obligadas a integrar los nuevos usos derivados de la revolución virtual. Ello implica la concepción de equipamientos que tiendan a brindar mayor proximidad y flexibilidad de espacios o de función, pero también la búsqueda de polos de vida comunitaria más híbridos, así como la puesta en práctica de heterotopías renovadas.

Notas
1 “La distinción entre lo particular y lo universal, entre lo individual y lo colectivo, comienza por la ciudad y su construcción misma: por su arquitectura”
Aldo Rossi. La arquitectura de la ciudad. Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 1976, p.50
2 “Estos objetos singulares juegan un papel fundamental en la dinámica de la ciudad, ya que, según el modo en que se ubiquen, surge lo que constituye la calidad específica del hecho urbano, esto es, su persistencia en un lugar, su individualidad y la función precisa que desempeña. La arquitectura representa el momento de este proceso y constituye la parte visible de esta estructura compleja” Idem, p.132
3 Vitruve in Les 10 livres d’architecture p.147 éd. Balland, Paris, 1979
4 “Si los grandes edificios nacen para expresar la conciencia social y la vida colectiva de un pueblo, ello exigirá que no sean simplemente funcionales, sino que además satisfagan una necesidad de monumentalidad y de elevación del espíritu”
José Luis Sert, Sigfried Giedion, Fernand Léger. “Nine points on monumentality”,1943. Published in Harvard Architecture Review, 1984
5 “Nos encontramos en la era de la simultaneidad y la yuxtaposición, en la era de lo próximo y lo lejano, lo contiguo y lo disperso. Nos encontramos en un momento en el que el mundo se desarrolla, más como una madeja de puntos que se cruzan, que como una gran existencia desarrollada a lo largo del tiempo”
“El espejo es una utopía, pues es un lugar sin lugar. En el espejo me veo donde no estoy, dentro de un espacio irreal que se abre virtualmente tras la superficie, estoy allí donde no estoy… Pero se trata también de una histerotomía, en la medida en que el espejo existe realmente, y tiene, en el lugar que ocupo, una especie de efecto retorno”
Michel Foucault. Des espacies autres (1967), Hétérotopies in Architecture, Mouvement, Continuité, n°5, octobre 1984, pp. 46-49

Artículo publicado en a+t 29. Civilities I



 




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