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El nuevo Londres

May 30, 2008

La segunda ciudad más cara del mundo pretende ser más compacta - tiene por hectárea tan sólo 50 viviendas -, más accesible y más verde. Para conseguirlo, además de la construcción de edificios estrella, aplicará un impulso más igualitario a su política urbana.
Por qué un número elevado de personas elige Londres para vivir, trabajar, estudiar o pasar sus vacaciones? Seguramente porque actúa como un imán -se espera que en los próximos diez años su población aumente 800.000 habitantes- que abre sus puertas al mundo. Mientras el resto de Europa duda y se pregunta qué modelo de crecimiento debe seguir, Londres tiene claro que quiere ser más compacta, más accesible, más verde y que debe aplicar un impulso más igualitario a su política urbana. Las previsiones son que llegará a los ocho millones de habitantes en 2016. Ken Livingstone, su alcalde suele decir que "todo el jodido mundo se encuentra en Londres" y eso porque está mejor conectada que cualquier otra ciudad -se puede volar a 273 destinos-, porque habla 300 lenguas, porque acepta a todas las culturas y porque nadie se preocupa de lo que hace el vecino.
En junio pasado, la Architectural Foundation presentó en la Sala de Turbinas de Tate Modern una serie de debates sobre el futuro de Londres. Se cuestionó si Londres era una ciudad unida, si una ciudad en explosión podía ser verde a la vez, si podía ser grande y maravillosa al mismo tiempo, y se formularon deseos para 2012, año en que será olímpica. Saskia Sassen (1949), socióloga y economista americana, autora del libro The global city (2001), participó en una de las jornadas y señaló que lo que ahora está pasando en Londres forma parte de la denominada economía de servicios urbanos avanzados. Se trata de una economía que necesita talento y creatividad en grandes cantidades y para ello tiene que devastar otros lugares, arrasar compañías asentadas en ciudades ajenas y atraer a los jóvenes más brillantes de todo el mundo para que impriman velocidad a relaciones y transacciones, a modas y a costumbres, al arte y a la tecnología.
Las ciudades globales succionan el talento, van a una velocidad superior al resto y se desarrollan en el espacio más rápidamente.
Londres es una ciudad abierta y diversa. Casi el 40% de la población londinense no es de origen británico. El multiculturalismo en Londres es por tanto un derecho, el derecho a ser diferente. David Adjaye (1966) es un arquitecto, nacido en Tanzania, que se instaló en Londres en 1993. Se ha convertido en una figura destacada de la escena británica, después de aparecer como presentador en una serie documental de la BBC Three titulada Dream Spaces y de terminar recientemente varios edificios comprometidos socialmente y de escala reducida. Según su propia definición, estos últimos trabajos "son cajas y objetos que cosen o pegan partes de la ciudad". Pero ese pensamiento queda en el pasado. Ahora, su arquitectura ya no mantiene esa postura y, motivado especialmente por el carácter global y cambiante que irradia Londres, sus preocupaciones se centran en cómo los edificios crean carácter y proporcionan identidad a los nuevos lugares en los que se insertan. La propia ciudad propulsa a quienes trabajan en ella, imprime una vertiginosa velocidad a su forma de pensar, que va con la lengua fuera para adaptarse constantemente a los cambios y poder alimentar así una práctica profesional agotadoramente competitiva. Sus edificios para Idea Store en Tower Hamlets, al este de Londres, con un tercio de la población proveniente de Bangladesh, intentan sumarse al impulso culturalmente igualitario al que tiende la política municipal. Los Idea Store de Chrisp Street (2004) y Whitechapel (2005) son una mezcla de biblioteca, mediateca, centro de barrio, guardería y aulas de formación, que familiarizan con la cultura a los jóvenes que, de otra manera, nunca antes habrían pisado un edificio con hojas de papel escritas, encuadernadas y colocadas en estanterías.
Anthony Giddens (1938), sociólogo británico, ha moldeado, desde la London School of Economics, con su Tercera Vía el pensamiento del nuevo laborismo británico. Ken el Rojo, la persona que dirige los destinos de Londres desde hace más de siete años, no ha sido ajeno a las cinco conocidas consignas del gurú Giddens: tomar el centro político, asegurar la fortaleza de la economía, invertir en servicios públicos e infraestructuras, reforzar la responsabilidad individual y no permitir que los conservadores dominen el tema de la seguridad ciudadana. Todos estos trucos comerciales de la nueva izquierda, unidos al convencimiento de que los promotores privados son los únicos que pueden empujar hacia adelante a una ciudad, han conseguido transformar ese Londres desregulado y orientado hacia los servicios financieros en un centro mundial ávido de inversiones.
Las mejoras en infraestructuras atraen capitales y son uno de los temas clave de la política urbana londinense. El martes 6 de noviembre, la reina Isabel inauguró la Estación Internacional de alta velocidad de Saint Pancras, que reemplaza a Waterloo como término de la conexión entre Londres y el continente. Esta estación, junto con la remodelación del área de King's Cross -concurso ganado por Foster and Partners (al que hay que reconocer su papel como constructor de piezas notables en la ciudad) en 1988-, se va a convertir en el nudo de transporte más importante del centro de Londres. Aquí coinciden, en el subsuelo, seis líneas de metro y parten todas las vías rápidas de ferrocarriles británicos hacia el norte. La recesión de 1990 hundió el proyecto inicial, desarrollado posteriormente por un equipo multidisciplinar, con Arup como consultora. El plan de ordenación aprobado ha desvirtuado la idea original y ha quedado reducido a un conjunto de prismas de arquitectura comercial dentro de un complejo multiusos con el habitual programa de viviendas, oficinas, comercio y hotel. Transmite un mensaje poco innovador, porque se recrea en la teoría del nuevo urbanismo americano con algunas referencias a la tradición y a las preexistencias ferroviarias del siglo XIX. English Heritage tiene que estar satisfecha.
En el caso de King's Cross, el diseño urbano no ha sido protagonista, pero en la última edición del Premio Stirling, los medios de comunicación han contribuido a difundir la trascendencia de la arquitectura. A primeros de octubre se falló el Stirling Prize for Architecture 2007. El Museo de Literatura Moderna en Marbach, Alemania, de David Chipperfield Architects resultó ganador. El debate, que salpicó el fallo del jurado, fue si realmente la gente se siente alienada con la nueva arquitectura que deja todo resuelto y muy pulido. A la hora de máxima audiencia, en el Canal 4 de televisión, Steve Tompkins (1959) defendió la idea de una arquitectura al servicio de los usuarios y explicó que su objetivo no es construir objetos bellos, convertidos en muda expresión de espacios autosuficientes donde no cabe la más mínima modificación, sino "afinar lo que es ordinario". En ese sentido, el Young Vic Theatre de Haworth Tompkins, también candidato al Premio Stirling 2007, es un buen ejemplo. Según Tompkins, "el Young Vic es un lugar que ha respetado la personalidad de la calle, conservando un alto grado de informalidad". Se pueden hacer cambios y añadidos, pero por eso el edificio no va a perder el carácter acogedor que hace que el espectador se sienta a gusto. La valoración de lo ordinario en Young Vic contrasta con la arquitectura más rígida y estirada -British Museum, National Portrait Gallery, Royal Opera House- que se ha construido a partir de los fondos obtenidos con la lotería nacional, sistema iniciado en 1993 por John Major. Ken Livingstone pretende utilizar otro sistema basado en la Private Finance Initiative, iniciativa de financiación privada, pero suavizándolo, y conseguir que la arquitectura intervenga de manera más destacada en el proceso. Ha creado, para ello, la figura consejera de Design for London, cuya misión es alcanzar la excelencia en la arquitectura, los espacios públicos y el tejido urbano.
A pesar de la calidad, variedad e innovación que existen detrás de algunas de las grandes piezas de arquitectura londinense, la residencia sigue siendo el tema pendiente. En las últimas guías publicadas, la vivienda social colectiva es una categoría disminuida, con escasos edificios representados. El precio de la vivienda es un asunto escandaloso. Londres es ya la segunda ciudad más cara del mundo, después de Tokio. Ha subido cinco puestos desde 2003. Los capitales globales descubren rápidamente el milagro multiplicador del ladrillo, en una ciudad que necesita desesperadamente incrementar su densidad y crear un tejido urbano mucho más compacto. No en vano, Londres, con menos de 50 viviendas por hectárea, es la metrópoli europea con la densidad más baja. En este momento, los grandes temas de discusión son cómo aumentar la densidad y si se puede sobrepasar o no el Cinturón Verde londinense establecido en 1955 como límite del desarrollo urbano. La falta de suelo ha conducido inevitablemente a asumir que la gran altura no era tan mala como parecía. Richard Rogers, asesor del alcalde, se ha convertido en el adalid de la alta densidad y ha jugado un papel esencial, porque con su teoría de la "regeneración urbana" ha colocado la arquitectura dentro de la agenda política. Desde la Greater London Authority se pretende focalizar la construcción en determinados puntos y concentrar intensos programas de usos mixtos en emplazamientos nodales previamente aprobados y consensuados. El más destacado de estos megaproyectos es la London Bridge Tower que, con sus 310 metros de altura, quiere convertirse en la más alta de Europa. También conocido como Shard, este edificio de Renzo Piano Building Workshop, en Southwark, al sur del río, repite el consabido programa de usos mixtos que mezcla comercios, oficinas, hotel, restaurantes y viviendas. La aguja de vidrio se concibe como una ciudad vertical que acogerá diariamente a más de 18.000 personas. Según Renzo Piano, tendrá "una afilada y luminosa presencia en la silueta urbana de la ciudad". Este edificio es una afirmación del ego de los promotores, con un programa especulativo que sitúa las viviendas entre los pisos 53 y 65, encima del hotel Shangri-La.
Si en materia de vivienda asequible la mayor parte de los esfuerzos están por hacer, en educación hace tiempo que se han puesto en marcha actuaciones innovadoras destinadas a zonas desfavorecidas. Sure Start, iniciado en 1999, es un programa de la Administración inglesa para que cada niño comience su vida de la mejor manera posible. Añade nuevos servicios a los que proporcionan las guarderías tradicionales, con especial dedicación a los cuidadores y educadores, que se integran en el funcionamiento diario del jardín de infancia. DSDHA ha diseñado dos centros para Sure Start, Paradise Park en Islington y John Perry en Dagenham, que destacan por un sugerente empleo de materiales. Fawood Children's Centre en Brent, al norte de Londres, ha sido proyectado por Alsop and Partners. Si bien Will Alsop (1947) ha mantenido una trayectoria con gestos llamativos, en este caso, el edificio tiene algo de nariz roja de payaso que desentumece la seria arquitectura de centros infantiles. Dentro de un cobertizo de estructura metálica se han introducido tres volúmenes cerrados, montados a partir de contenedores de barco. También se ha levantado una yurta mongola como espacio mágico. La novedad es que no es sólo un centro infantil, porque se atiende a la unidad de convivencia en su conjunto (antes familia). Se prestan servicios sanitarios y se dan cursos de formación para padres sin empleo, implicando al sector privado y al voluntariado del barrio. La arquitectura, en el caso del programa Sure Start, sobrepasa la dimensión del edificio y se hace propositiva, alterando programas tradicionales y eliminando barreras administrativas entre departamentos y sectores, borrando la diferencia que existe entre lo público y lo privado.
Según Saskia Sassen, "la vieja política, que produjo resultados en el periodo keynesiano, ya no funciona, por eso estamos ante una nueva realidad". Pocas ciudades se han dado cuenta de este revelador panorama. Es la realidad, nueva para Europa, de la desregulación, de la progresiva sustitución del poder público por la iniciativa privada, del inevitable aumento de la densidad, del cambio climático, de la diversidad cultural. Londres, por su manhattanismo, pragmatismo y apertura, vive ya esta nueva realidad y se está continuamente reinventando a sí mismo. Posee los ingredientes necesarios, capital, talento y creatividad.

Publicado en El País - 12/01/2008



 




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