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Estas tres viviendas sirven como alojamiento a trabajadores de la compañía minera que explota este enclave carbonífero a las puertas del Polo Norte. El proyecto proporciona un espacio confortable que responde a las duras condiciones de vida de un lugar donde la noche polar se prolonga de octubre a febrero.

Las tres viviendas tienen una sección constante, pero su planta es de anchura variable (3.400, 5.000 y 5.800 mm), acomodando así más o menos dormitorios y una zona de día más o menos espaciosa. Cada vivienda tiene tres niveles, dentro de un volumen que normalmente admite sólo dos alturas. Los dormitorios sitúan en la planta baja y la superior, mientras que las zonas de día ocupan el nivel intermedio. Una empinada escalera de acero conduce a los dormitorios del nivel superior, cerrados con un tabique inclinado como los empleados por el pueblo Sami en el norte de Escandinavia y Rusia.

El clima desértico, sin apenas precipitaciones en todo el año, ha permitido la eliminación de canalones y aleros para obtener un volumen exterior limpio. La piel de madera ha sido pintada en color rojo conforme a los dictados del gobierno noruego para este enclave. En efecto, el color de las fachadas en Longyearbyen es una cuestión política: con ellas se pretende teñir de carácter escandinavo a este territorio, en medio de las disputas con Rusia sobre la soberanía de la isla.

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